Introducción
La lluvia de otoño está asociada, cuenta Maicha, a una mañana en que al ir al cole me crucé cerca de un horno con un señor que llevaba cubierta la cabeza con un saco para protegerse del agua, que portaba en la mano una calabaza de esas aplanadas, rugosas y gallonadas, partida por la mitad, con sus pepitas y todo, pero ya dorada, humeante y blandita. Corría hacia la tienda de comestibles de la esquina donde ya le esperaba la tendera en el portal con un tarro de miel y una cuchara de madera. La cara de placer de ese hombre es de las que no se olvidan.
Sin embargo, en nuestra casa la calabaza se comía preferiblemente con el arrope que comprábamos cuando bajaban a finales del verano en burros desde los pueblos de la montaña (Xixona, Alcoy, Bocairent..., o no sé de qué otros) los vendedores de frutas confitadas, arrope y miel: ¡Arrop i tallaetes! ¡Mel de romer! ¡Confitat, què rebó!
Como en casi todas las casas del pueblo, en la nuestra no había horno. Parece increíble que con lo que en Levante gusta la comida cocida al horno hubiese que acudir al de pan más próximo a la vivienda con las latas o los peroles de las comidas. Normalmente todos los hornos hacían estos trabajos para las casas del barrio aprovechando el calor que mantenían las cámaras tras hornear el pan, la bollería, los rollitos dulces y las empanadillas. Hoy hemos aprendido que esto además era una buena forma de aprovechar la energía.
Ingredientes
- Calabaza de cualquier tipo, partida al centro o troceada.
- Arrope o miel en proporción con la cantidad de calabaza, o en su defecto, miel.
Preparación
Poner la calabaza bien lavada sobre la lata del horno cubierta con papel de hornear(o si es poca cantidad en cualquier fuente de horno) partida por el centro o en trozos no muy pequeños, sin que haga falta quitarle la corteza ni las hebras y pipas, pues se pueden retirar tanto antes como después de asada.
La temperatura puede oscilar entre los 220 y los 180 º, para que no se queme y se ablande no muy precipitadamente. El tiempo de cocción suele estar en torno a los 30 minutos o algo más, dependiendo del tamaño de las porciones de calabaza.
Puede servirse caliente o fría, tras retirarle la corteza y las pepitas, rociándola por encima con el arrope o la miel.
Otros detalles
Sirve cualquier tipo de calabaza. Podemos calcular unos 100 gr. por comensal, pero si queremos hacer más cantidad (suele ser lo habitual), se sirve la que se desee y el resto se puede guardar en nevera varios días.
Hoy en día no es muy frecuente encontrar arrope, así que en cuanto lo veamos conviene que nos hagamos un algún tarrito.
El mejor arrope es el de vino cocido con higos, al que se le han añadido trozos de calabazate u otras frutas escarchadas. Así es el valenciano y de alguna zona murciana. Sin embargo, hay otro arrope algo más fácil de encontrar que está hecho con vino y miel y es más propio de la zona manchega, especialmente de Cuenca.
Variantes del plato
Combinada la calabaza asada con boniatos y membrillos nos trae los sabores más otoñales.
Si la acompañamos con requesón, cuajada o queso fresco, también resulta deliciosa.
Me encanta la historia y sobre todo la idea de que con un par de hornos bastaba para todo el barrio. Luego pensamos que estamos inventando la economía colaborativa y resulta que se llleva haciendo así toda la vida...
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